Javier Floristán, interiorista y decorador de profesión, conoció a un cocinero mientras realizaba el servicio militar. Los dos compartían el importante espíritu emprendedor con el que tantas personas se pueden sentir identificadas; asimismo, nuestro profesor afirma que en la mili dispones de mucho tiempo para pensar, por lo que decidieron que abrirían una cafetería una vez finalizado ese periodo de sus vidas.
Su trayectoria comenzó con una cafetería que funcionó a la perfección y que pronto se les quedó pequeña, por lo que decidieron en 1998 abrir el restaurante Transiberiano en el centro de Zaragoza. Este establecimiento, a pesar de funcionar bien, no les salía rentable, y fue una experiencia de la que aprendieron el verdadero sufrimiento en el sector de la restauración.